Dramaturgista

Artigo, em espanhol, da dramaturgista, pesquisadora e crítica teatral chilena Soledad Lagos Rivera

24 de junho de 2013 Estudos

Lo primero sería decir que mi actividad como dramaturgista es pionera absoluta en Chile, porque cuando oficialmente aparecí como tal (el 2004), ese “oficio” acá no existía. Lo segundo, mencionar que como tal, al operar como nexo entre todos los participantes en una puesta en escena y estar “adentro” y “afuera” a la vez, en nuestro medio local se requiere gran habilidad psicológica, para que todos se sientan aceptados, escuchados y valorados. Lo tercero, que cada puesta en escena tiene leyes propias, por lo cual no tengo un método único de trabajo aplicable como fórmula a todo lo que haga, salvo el concepto de un dramaturgismo basado en materiales, que pueden variar desde textos escritos, ensayos, etc., hasta imágenes, melodías, sonidos, noticias, películas o todo aquello que me parezca útil para ayudar a concretar un punto de vista desde el cual mostrar lo que se termina mostrando, junto al director o la directora de la obra. Practico un tipo de dramaturgismo que acompaña todo el proceso de ensayos y luego, todas las funciones que la obra tenga.

Como dramaturgista, he trabajado en obras de Brecht, por ejemplo (hice una nueva traducción y la adaptación de “Auge y caída de la ciudad de Mahagonny” en 2004, que llevamos a escena en Matucana 100 con el nombre de Provincia Kapital), en la Trilogía La Patria (Cuerpo, sobre la tortura, obra donde abordamos la identidad social de nuestro país, donde aún conviven torturadores y torturados en las calles; Madre, basada en “La madre”, de Brecht, que, a su vez, se basa en Gorki, que trataba de mostrar cómo las mujeres, en mi opinión, son las llevan adelante la nación y, por ello, abordaba la identidad femenina y Padre, que abordaba la identidad individual y, a la vez, emocional de un país de hijos sin padres heroicos, todas dirigidas por Rodrigo Pérez y llevadas a escena en el Teatro de la Universidad Mayor el 2005 y el 2006).

Luego vinieron Philotas, de Gotthold Ephraim Lessing, el 2007, estrenada en el Teatro Nacional y dirigida por el director alemán Alexander Stillmark, para la cual efectué una nueva traducción del original y donde trabajamos mucho el concepto de lo heroico y la tragedia de sobrellevarlo cuando se es joven e inexperto; Apoteosis final: Bim-Bam-Bum-UP, estrenada en el Teatro Aparte el 2009, obra dirigida por Paulina García, la reciente ganadora del premio a la mejor actriz en la Berlinale 2013, por su actuación en la película “Gloria”, donde abordamos el tema de las vedettes que actuaban en el mítico Bim-Bam-Bum, un cabaret que cerró en la época de la dictadura y que fue lugar de encuentro para familias completas en los 50, 60 e inicios de los 70 (por eso UP, sigla de la Unidad Popular, la coalición del gobierno de Allende), porque presentaba espectáculos de gran calidad artística, sin por ello obviar el humor político. Mi punto de vista, como dramaturgista, fue el de resaltar el valor de mujeres sostenedoras de hogar que salían a escena a lucir sus cuerpos, a bailar y cantar, pero que, en el fondo, no descansaban de día, porque tras ellas había familias enteras, donde los hombres sólo daban problemas, por lo cual ellas, tarde o temprano, terminaban entendiendo que sufrir por amores desgraciados no tenía demasiado sentido y que era más adecuado preocuparse de desarrollarse profesionalmente, en una sociedad donde los hombres (incluso los espectadores que asistían al Bim-Bam-Bum) establecían relaciones más de “hijos” que de pareja con ellas. Además, insistí en que esas mismas mujeres eran las que “hacían” la Historia que no está escrita en ningún libro, la “Microhistoria” de la vedette hecha a pulso, sin cirugía estética ni recursos económicos.

También el 2009 y otra vez en una obra dirigida por Alexander Stillmark, estrenamos Yo, Feuerbach, de Tankred Dorst, traducida por mí, en Teatro Camino. Desde el dramaturgismo, el punto de vista se centró en las relaciones que establece un artista con su entorno, la enajenación a la que puede conducir la obsesión por algo y la necesidad de no perder el contacto con el “afuera”.

Más adelante vinieron Piaf, de Pam Gems, que traduje y adapté y fue dirigida por Marco Espinoza y estrenada el 2012, al igual que Chaplin: Luces de la ciudad, la primera adaptación mundial para el teatro de la película homónima de Chaplin, estrenada también el 2012 y dirigida por Marco Espinoza.

En Piaf, privilegié el punto de vista de una gran cantante incapaz de escuchar y propensa a enamorarse de los hombres equivocados; en Chaplin: Luces de la ciudad, la necesidad de entender que quienes parecen los más desposeídos en la escala social, son seres capaces de los más nobles gestos, como el Vagabundo que ayuda a La Florista Ciega a recuperar la vista; en otras palabras, le enseña a “ver” … Demás está decir que en nuestra adaptación los actores no hablaban y que lo único que “sonaba” en escena era un piano tocado en vivo. Por ello, también insistí mucho en la necesidad de entender la importancia del silencio en nuestro bullicioso contexto actual.

En sentido estricto, sólo Apoteosis final: Bim-Bam-Bum-UP y Piaf contenían música en vivo y canciones. En Chaplin: Luces de la ciudad, sólo había un piano, visible en escena, que sonaba con melodías que acompañaban la acción, toda ella sin palabras. Ninguna de las otras obras donde he participado como dramaturgista ha sido de teatro con música, que no es idéntico a “teatro musical”, por lo demás.

Cuando yo llegué a Chile, el teatro estaba recién volviendo a encontrar el modo de hacerse y pensarse, después de una dictadura que destruyó y privatizó la cultura, la educación y la salud y porque durante la dictadura no había sido tan fundamental pensar ni ensayar modos de producción diferentes, sino que lo verdaderamente importante era denunciar en los escenarios lo que los medios de comunicación callaban: las violaciones a los Derechos Humanos, por ejemplo.

Las nuevas formas de producción en Chile ni son un fenómeno colectivo ni, menos aún, generalizado. Son escasos los grupos que introdujeron en su forma de hacer y pensar el teatro la necesidad de contar con un o una dramaturgista. Ello, porque se desmanteló la idea del colectivo en política y, en teatro, no sobrevivieron los grupos que trabajaban como colectivos, salvo escasas excepciones, por lo que, a partir de 1990, con la re-democratización del país, hubo que empezar a re-pensar el concepto del colectivo teatral, que se había convertido en un fenómeno del pasado, de la época anterior al 73. Hoy mismo, la mayoría de los grupos se juntan para una puesta en escena puntual, pero no perduran como compañías ni colectivos.

Soledad Lagos Rivera, nascida no Chile, fez estudos de tradução (inglês e alemão) em Santiago, antes de partir para a Alemanha, onde fez seu doutorado na Universidade de Augsburgo sobre Criação coletiva: teatro chileno em fins dos anos de 1980. Desde 1997, mora em Santiago, onde trabalha como dramaturgista, pesquisadora e crítica teatral, além de dar aulas na Escola de Teatro da Universidade Mayor. Criou, junto com Javier Ibacache, em 2008, a Escuela de Espectadores de Teatro. Soledad introduziu no Chile, em 2004, a atividade do dramaturgista. (Fátima Saadi)

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